Gritaron "Alá ajbar" (Alá es el más grande) y "Vengamos al profeta Mahoma" mientras disparaban indiscriminadamente cientos de balas de sus armas semiautomáticas contra sus víctimas.
Sus "víctimas" eran los principales viñetistas de la publicación satírica Charlie Hebdo, que se había atrevido a ejercer su libertad de expresión. ¿Su delito? Publicar viñetas consideradas "ofensivas" entre líderes musulmanes de todo el mundo. ¿Los autores materiales de los hechos? Terroristas islámicos.
Pero en las horas transcurridas tras los crímenes de París, la reacción de los líderes occidentales ha sido previsiblemente nefasta en su negativa a tachar de "atentado terrorista islámico" el ataque.
De hecho, de la reacción de nuestro propio Presidente a la del Presidente francés Hollande, pasando por la del Primer Ministro británico David Cameron, todas han consistido en vomitar las mismas generalidades, anunciando que el atentado de París no tiene nada que ver con el islam ni con ninguna otra religión a estos efectos. Pero las declaraciones huecas que salen de nuestros propios líderes hieden a apaciguamiento y cobardía.
Las primeras declaraciones salieron del portavoz de la Casa Blanca Josh Earnest, que se negó incluso a llamar acto de terrorismo a la masacre pero se cercioró de añadir el recital ya clásico que de forma rutinaria acompaña a cada atentado terrorista islámico: "El islam es una religión de paz" que por tanto no debe asociarse a "los extremistas de París".
El Presidente Obama difundió después su propia declaración, en línea con los 6 años de veto al uso del término "terrorismo islámico" entre su propia administración", aludiendo sencillamente al atentado como "terrorismo" -- término visiblemente descafeinado ausente de cualquier descripción que explique el móvil del atentado. De esta manera, para el proverbial marciano, puede haberse tratado de eco-terrorismo, terrorismo de supremacistas blancos o de narco-terrorismo. (Pero hay que admitir que hablar de un acto de "terrorismo" sube un peldaño la clasificación con respecto a la masacre comparable perpetrada por el Mayor Nidal Hassán en Fort Hood, considerada como "violencia laboral").
Después llegó la intervención en directo, tanto del Presidente Obama como del Secretario de Estado John Kerry, defendiendo la determinación norteamericana de proteger la libertad de expresión y prometiendo que ningún francés ni occidental iba a ser censurado por el terrorismo.
El Secretario Kerry declaró lo siguiente:
"Hoy, mañana, en París, en Francia como en todo el mundo, la libertad de expresión que esta publicación, con independencia de opiniones, la libertad de expresión que representa no podrá ser asesinada mediante esta clase de actos de terrorismo". Pretenciosas palabras.
Odio desautorizar a nuestro Secretario de Estado, pero "la libertad de expresión" ya ha sido realmente liquidada por actos de terrorismo islámico.
Con independencia de las pretenciosos palabras del Secretario hoy, las opiniones de la administración Obama a tenor de la misma publicación francesa en 2012 fueron acusadamente diferentes: "Tenemos conocimiento de que una publicación francesa ha publicado las viñetas de una figura parecida al profeta Mahoma, y obviamente tenemos dudas del buen juicio de publicar algo así", anunció el portavoz de la Casa Blanca Jay Carney por entonces. "Sabemos que estas imágenes son profundamente ofensivas para muchos, y tienen potencial de ser volátiles".
El Presidente en persona, ante las Naciones Unidas, dio a conocer su propio apaciguamiento de radicales y terroristas islámicos al declarar en septiembre de 2012:
"El futuro no debe pertenecer a quienes difaman al profeta del islam".
¿Dónde queda su insistencia moral en que no cedamos a los terroristas que emplean la violencia para intimidarnos censurando nuestro derecho a la libre expresión?
Imagínese que en medio de la reciente campaña norcoreana encaminada a intimidar a la empresa Sony para que no distribuyera una película que ofende a Corea del Norte, el Presidente anuncia: "El futuro no debe pertenecer a quienes difaman a Kim Jong-un".
El problema al que nos enfrentamos, en contra de lo que afirman falsamente los grupos islamistas afincados en Estados Unidos -- que irónicamente son invitados a la Casa Blanca, Interior, Justicia o el Departamento de Estado -- no es que el uso del término terrorista islámico revista la generalización de que todos los musulmanes son terroristas, como el uso del término "cárteles hispanos de la droga" no significa que todos los hispanos son camellos, o que el término "mafia italiana" significa que todos los italianos son gánsteres, o que "Nazis alemanes" que todos los alemanes eran Nazis.
El término terrorista islámico significa justamente eso: atentados terroristas de móvil islámico -- ya se trate de tentativas de amordazar a los críticos del islam, imponer la ley islámica, castigar a "los cruzados occidentales", cometer un genocidio de no musulmanes, establecer la supremacía islámica (o el Califato) o destruir cualquier población no musulmana (léase cristianos y judíos) que "ocupe suelo musulmán".
Y por eso, al negarse a utilizar el término terrorismo islámico, la administración y sus multiculturales líderes occidentales interpretan la charada patentemente falsa de que el terrorismo islámico no existe, simplemente.
Esto tiene profundas implicaciones para la seguridad nacional no sólo de los no musulmanes, sino de las víctimas musulmanas de actos de terrorismo islámico. ¿Cómo se va a derrotar a un enemigo al que no puede ponerse nombre?
Al apuntarse a la noción de que por alguna razón utilizar el término "islam radical" es racista, el verdadero escándalo reside en que nuestra administración y los demás líderes occidentales en general están siguiendo el manual de los grupos fachada de la Hermandad Musulmana, como en el Consejo de Relaciones Islámico-Norteamericanas o el Consejo Musulmán de Relaciones Públicas.
Esos colectivos, a su vez, son las ramas ideológicas de la Hermandad Musulmana en Occidente, parientes de todos los grupos terroristas islámicos sunitas - desde Al Shabab al Estado Islámico, pasando por Al Qaeda y Hamás. Y en Occidente, esos grupos fachada de la Hermandad Musulmana han logrado perpetuar uno de los mayores y más peligrosos fraudes a la seguridad nacional de los últimos 30 años: que el uso del término terrorismo islámico equivale a una generalización racista de que todos los musulmanes son terroristas. Y que cualquier crítica al islam significa que usted es un islamófobo.
Hace cuatro semanas, los Emiratos Árabes Unidos, país musulmán religiosamente ortodoxo, tuvo el valor de clasificar grupo terrorista islámico a la Hermandad Musulmana y a 83 colectivos islamistas más, incluyendo al Consejo de Relaciones en Estados Unidos.
¿Y nuestra reacción? Para nuestra eterna vergüenza, la administración Obama salió en defensa del colectivo, al que el FBI describe como fachada de Hamás y que fue citado en el escándalo de lavado de dinero terrorista más grande de la historia de los Estados Unidos, que dio lugar a la clausura de la Fundación Tierra Santa y la condena de sus líderes por lavado de dinero para Hamás.
Formular el problema, como hace repetidamente la administración Obama, en términos de "fundamentalismo violento" exclusivo de Al Qaeda y ahora el Estado Islámico resulta intelectualmente fraudulento y verdaderamente peligroso para nuestra seguridad nacional.
Últimamente, al describir al Estado Islámico, la administración Obama ha definido categóricamente al grupo diciendo que "no tiene absolutamente nada que ver con el islam".
Es hora de que nuestros líderes abandonen este absurdo. El terrorismo islámico y el extremismo son realidades brutales que han costado la vida a decenas de miles de personas, musulmanes en su mayor parte.
El extremismo islámico no puede limitarse a los colectivos que no nos gustan. El extremismo islámico es hoy un movimiento, exactamente igual que el fascismo o el comunismo; abarca un espectro que va de Hamás a Al Shabab, pasando por la Hermandad Musulmana. E ignorar voluntariamente el común denominador del móvil detrás del 75% de los atentados terroristas cometidos cada año en el mundo y perpetrados por terroristas islámicos es una garantía segura de que los atentados del miércoles volverán a cometerse una y otra vez.
¿No aprenderemos nunca?